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La turbia opacidad del mundo de hoy



Es sin duda cada vez mayor el número de personas convencidas de que en este mundo de hoy todo es perfectamente posible: el mayor horror y todos los horrores.

Ello explica que cuanto circula en los medios de comunicación de masas (sea cual sea su naturaleza y su grado de credibilidad y verosimilitud, su grado de maldad y perversión, su dosis de horror), siempre encuentre fervorosos creyentes convencidos que, además, lo difunden y propalan prestamente a los cuatro vientos por sus propios medios con gran  entusiasmo.

“El terremoto de Haití del 12 de enero de 2010 fue provocado artificialmente por los norteamericanos haciendo uso de una novedosa, terrible y potente arma.” Ésta noticia circuló por Internet al poco tiempo de producirse el lamentable y dramático suceso. Y muchas personas (ganadas en su credibilidad) la difundieron y comentaron dándola por buena y válida, por absolutamente real. O al menos, como perfectamente “posible”...

El mundo en el que hoy habitamos es tan opaco que el común de los ciudadanos jamás sabremos a ciencia cierta lo que en él ocurre. ¿Quién mató a Kennedy  o a Olof Palme y por qué? ¿Qué pasó de verdad el 11-S? ¿Quién es Osama bin Laden y por dónde anda si es que anda y...  es real su desaparición? ¿Quiénes controlan a poderosa maquinaria planetaria de producción, venta y distribución de armas y la no menos letal y nociva de la droga…?

Un siniestro conglomerado de elementos perversos, que operan y se mueven (pululan) en las sombras con recursos infinitos (entre otras cosas controlan y/o ejercen enorme influencia sobre los medios de comunicación de masas), cambian, maquillan y falsean a su antojo la realidad, cuando no la ocultan por completo (la llamada “historia oficial” siempre la cuentan los vencedores), buscando mantener a toda costa el statuo quo, defender a ultranza sus mezquinos intereses.

El común de los ciudadanos ya ni creemos ni no creemos las historias que despliegan ante nosotros la radio, la prensa escrita, la televisión y el Internet. Suspicacia, sospechas, descreimiento, falta o nula confianza en los agentes sociales y económicos, en los dirigentes políticos, sindicales y religiosos, en las naciones y sus instituciones y aun en los mismos organismos internacionales, es lo que lamentablemente impera hoy en día en nuestras sociedades.

Es ésta sin duda un clara muestra de la degeneración y deterioro de las mismas. Vivimos en un mundo tremendamente turbio y opaco, y, a la vez, cada vez menos confiable y, por ello mismo, progresivamente más inseguro y peligroso. 

Y según todos los indicios, poco es lo que los ciudadanos de a pie podemos hacer para cambiar este calamitoso y alarmante estado de cosas.



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