AL INICIO de la tarde escribo en mi estudio con gran
inspiración, como pocas veces en los últimos tiempos.
Conforme escribo, me voy diluyendo en la escritura, me incorporo al
entramado de palabras y frases que brota de mi
cerebro y se plasma a través del teclado
en la esquiva pantalla del ordenador.
Es noche cerrada –la oscuridad inunda el cuarto– cuando pongo
el punto final de mi texto y se completan a la par los dos complejos
procesos...
Ahora me toca luchar con denuedo porque mi escrito consiga atraer
lectores y, lo que es aún más complicado y difícil… logre...
¡atraparlos!..
Sólo así (lo sé) tendré alguna posibilidad real de
regreso, de retorno…
Surgio el efecto esperado, atrapo al primero de muchos.
ResponderEliminarTio Indiana.