Cuando Lil vio a su madre atrapar a la gallina en el patio con la evidente intención de cocinarla al mediodía, tuvo claro que debía liberarla. Aprovechó un descuido de la asesina -que ya había amarrado la gallina a una pata de la mesa de la cocina-, y la rescató. Lil tenía muy buenas razones para actuar de aquel modo. La gallina era linda, prodigaba un cariñoso cuidado a sus polluelos y, sobre todo -¡esto era lo esencial!-, la quería mucho a ella. Y Lil también quería mucho a la gallina, tanto o más que a su hermanita Marian, que era una completa insoportable. ¡Esta noche la llevaría en secreto a dormir con ella en su cama!
ESCRITOR