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Camión

E L CAMIÓN  dejó atrás un tramo de cerradas curvas zigzagueantes y ganando velocidad se internó en una prolongada recta en declive. Entonces lo vio. Era un hombre alto y delgado, de pie en mitad del camino, bajo el calcinante sol de la tarde. Cauto y precavido, queriendo evitar a toda costa cualquier posible accidente, redujo la velocidad del pesado vehículo e hizo  sonar repetidas veces la estridente bocina. Pero el hombre no se movió ni un ápice de su sitio;   permaneció  allí en medio de pie, erguido cuan largo era, absolutamente imperturbable. Consternado –“ no era plan de llevármelo por delante,  de aplastarlo como una mosca, de cargar por el resto de mis días con  esa muerte sobre mis espaldas”…– , sacó medio cuerpo fuera de la alta y espaciosa cabina y prodigó gestos, señas, muecas, gritos y todavía más bocinazos... Pero tampoco ahora el hombre se movió de su sitio. Por el contrario, con reconcentrada determinación  –lo veía ya con absoluta nitidez, pues la dist

Palabras de bienvenida

Bienvenido Intrépido Internauta! Acabas de arribar al blog del escritor Carlos Enrique Cabrera. Espero que la navegación a través del mismo te resulte muy fructífera y estimulante. Aquí encontrarás ficción en estado puro (cuentos, microcuentos...), es decir, una manera creativa y sensible de cercar la realidad, procurando ahondarla y, de algún modo, entenderla y explicarla. Y más aún: exorcizarla. Lo que supone poner con el artificio del arte un poco de orden en el caos de la tumultuosa torrentera de la vida. Tales son las pretensiones del material que aquí te ofrezco, que también busca, cómo no, conmoverte, sacudirte y seducirte. Completan el vuelo imaginativo de los textos de ficción ensayos sociales, culturales y de crítica literaria, reflexiones, crónicas y entrevistas. Junto al obligado acopio –en estos tiempos y en este rico y versátil medio– de imágenes y sonido, encontrarás también información sobre mi persona (poca) y sobre mi obra. Sobre esta última la más posible, por e

Relato

ESTABA a punto de apagar el ordenador para irse a la cama cuando se le ocurrió aquel relato genial y ya le resultó de todo punto imposible desprenderse del mismo hasta que no lo tuvo por completo concluido. En la mañana lo leyó (emocionada voz, taza de humeante café en la mano) a su mujer, que fue viendo con creciente interés cómo la vida de los dos se relataba de forma minuciosa en aquellas páginas memorables. Al final, tal como describía con asombrosa precisión el desenlace de la historia, ambos quedaron incorporados a su trama sutil con el júbilo y regocijo infinitos de una pareja de adolescentes. Volver a: Microcuento

Astro Rey

C u ando se fue a poner el sombrero –el sol picaba fuerte ahí fuera– descubrió que ya no tenía cabeza. Conturbado (no era cosa fácil aceptar verse así de pronto sin aquella idónea percha para la costosa y apreciada prenda) la buscó empecinadamente por todos los rincones de la casa sin lograr dar con ella. ¿Dónde había podido meterse esa descocada? Dándose ya por vencido (tenía un ineludible compromiso de trabajo a las tres en punto: era vendedor de Seguros de Vida) salió a la calle. El sol brillaba rabiosamente allá en lo alto. De golpe vio (ah, no cabía en sí del asombro) cómo la enorme bola de fuego descendía veloz y ocupaba –ahí justo entre sus hombros y sobre el fornido cuello-, el lugar que otrora ocupara su loca cabeza. Desde ese momento todos en el pueblo lo conocieron como el “Astro Rey” de los vendedores de Seguros de Vida. Volver a: Microcuento

La turbia opacidad del mundo de hoy

Es sin duda cada vez mayor el número de personas convencidas de que en este mundo de hoy todo es perfectamente posible: el mayor   horror y todos los horrores. Ello explica que cuanto   circula en los medios de comunicación   de masas (sea cual sea su naturaleza y su grado de credibilidad y verosimilitud, su grado de maldad y perversión, su dosis de horror), siempre encuentre fervorosos   creyentes convencidos que, además, lo difunden y propalan prestamente a los cuatro vientos por sus propios medios con gran  entusiasmo. “El terremoto de Haití   del   12 de enero   de   2010   fue provocado artificialmente   por los norteamericanos haciendo uso de una novedosa, terrible y potente arma.” Ésta noticia circuló por Internet al poco tiempo de producirse el lamentable y dramático suceso. Y muchas personas (ganadas en su credibilidad) la difundieron y comentaron dándola por buena y válida, por absolutamente real. O al menos, como perfectamente “posible”... El mundo en el que

El solitario

HACE ya mucho tiempo que la gente dejó de interesarme. No es que viva solo, no es que viva aislado, apartado del mundanal ruido y sus afanes. No. Simplemente me muevo entre mis congéneres como si éstos no existieran. Mejor aún: para mí en verdad ya no existen. Aun cuando los pueda tener aquí al alcance de la mano, no los tomo en cuenta para nada. Ni para lo bueno ni para lo malo... Nunca. Esta actitud mía puede parecer exagerada, penosa, triste, incluso verdaderamente dramática (sobre todo si se toman en cuenta los vínculos tan profundos que en otros tiempos me ligaron a esta gente, vínculos que en mi ingenuidad y candor yo llegué a creer indisolubles, eternos…), pero la realidad es que no lo es en absoluto. Todo lo contrario. Mi actual  actitud es justamente la que debo adoptar, y bien a las claras la misma ha sido decisiva para la preservación de mi salud mental  y para mi desarrollo y crecimiento personales. ¡Que ya se sabe: Más vale estar solo que mal acompañado!…

El mejor de los cuentos posibles

(Cinco variaciones sobre un mismo tema) 1 E l mejor de los cuentos posibles es aquél que nos inunda con su rítmico y sonoro oleaje como una agua benéfica como un magma nutricio y nos deja definitivamente fertilizados como las aguas del Nilo sus amplios márgenes. 2 El mejor de los cuentos posibles es aquél que nos deja en mayor desasosiego que cuando empezamos a leerlo y nos lleva de desazón en desazón y de incertidumbre en incertidumbre hacia cuestionamientos que ya no tienen fin... 3 El mejor de los cuentos posibles es aquél que jamás concluye y de manera sistemática y persistente se va regenerando a sí mismo sin llegar jamás al final y nos mantiene como hipnotizados colgados de su trama hasta el momento mismo en que nos sobreviene la muerte... 4 El mejor de los cuentos posibles es aquél que conforme lo leemos con avidez y voracidad crecientes se va deshaciendo ante nuestros ojos como niebla o humo o polvo y nos lleva irremisiblemente al silencio a la nada a