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Una manera de estar en el mundo

HAY  una manera de estar en el mundo sin que se te note apenas Pasando tan desapercibido como si no existieras. Te mueves de lado, hablas quedo o mejor no hablas siquiera. Jamás miras a la cara del otro o si acaso sí lo miras pero de soslayo. Procuras mantener siempre la vista clavada en el suelo, doblegado el cuello. Si te pisan no gritas, si te empujan no protestas, si te atropellan consientes sumiso. Avanzas siempre en la dirección que se te señala e indica. Día tras día acudes puntual a tu trabajo y con la esforzada dedicación de una hormiga obrera acumulas bienes y capitales para ti y tu descendencia –para el presente y para el incierto futuro. Comes duermes te lavas practicas el sexo marital con mecánica regularidad. Ni por un instante permites que en tu cabeza florezcan ideas pensamientos sueños originales propuestas, ni en tu corazón deseos anhelos aspiraciones pasiones amores querencias...

Tinieblas

EL cielo apagó de repente  todas sus luces sol luna estrellas luceros Dejándonos sumergidos en la más espantosa oscuridad Desde entonces Nadie   aquí halla sus pertenencias Ni los caminos que a ellas conducen Ni  da con los otros Ni se encuentra a sí  mismo.

A UNA GOTA DE AGUA

Y son las gotas: ojos de infinito que miran al infinito blanco que les sirvió de madre.   Federico García Lorca TRANSPARENTE redondez que reflejas   los colores del espectro Inagotable fuente de vida que   fecundas cuanto tocas En   tiempo cíclico habitante de las nubes vertical   y súbita te precipitas con evocadora y cadenciosa música   sobre la entera faz de la tierra Acunando (¡anhelada cura reparador abrazo! Qué honda nostalgia de   no sé   muy bien qué me invade entonces…) mi alma apesadumbrada y contrita en la diáfana transparencia acuosa de tu ecuménica esencia Que   viertes generosa y fecunda en ríos lagos mares   océanos acuíferos para retornar invicta a las altas nubes

El escultor

CUANDO el artista hubo concluido la realista escultura de un joven de hoy, ésta le habló: “¿Vas a seguir esculpiendo toda tu vida seres tan tristes y solitarios como yo?”, preguntó. “No os hago así” le respondió el escultor, “porque yo quiera, como una decisión soberana de mi voluntad. Por el contrario, son ustedes los que terminan siempre imponiéndome la suya. Yo sólo soy el canal a través del cual ustedes vienen al mundo y en éste se manifiestan con entidad y vida propia, ya absolutamente independientes de mi voluntad de creador. " “Entonces yo podría hacer que tú estuvieras en el mármol y yo incluso ocupara tu lugar como ser de carne y hueso? ¿Podría yo dominar tu vida?” "Claro. De hecho mi vida está ya enteramente dominada por mis criaturas, y ya en verdad no sé cuál es más real y auténtica, si vuestras tristezas o mi alegría aparente. Yo vivo por y para ustedes; es decir, por y para mi arte, y nada hay más importante para mí que el que ustedes ven...

Rock

En pleno concierto la súper estrella de rock se electrocutó con su propia guitarra eléctrica. En cuestión de segundos el vasto escenario quedó cubierto por chisporroteantes llamas danzantes y todo el Estadio por denso y negrísimo humo acre. La multitud fue presa del más intenso pánico y, sin orden ni concierto, disparó por las, por fortuna, bien señalizadas puertas de emergencia. Pero no todos los fans allí congregados (los había de toda condición, edad y sexo..) mostraron idéntico comportamiento. No. Los de estómagos más fuertes -¡viéndose ya ricos!-, tomaron por asalto el alto escenario, ya ocupado por completo por las llamas, y trabados en encarnizada lucha, disputaronse los calcinados despojos del Súper Star con la saña febril de buitres hambrientos. Olvidaban los muy ilusos que los Derechos de Promoción y Venta de aquellas “venerables cenizas” pertenecían por entero a la Casa Discográficadel artista. Volver a: Microcuentos

Dosis letal

SI sintiéramos de golpe en nuestro propio ser todo el dolor que se genera en un segundo en el mundo (o tan sólo nos lo imaginásemos así durante ese breve instante), caeríamos al suelo con el alma y el cuerpo destruidos, requemados, como si hubiésemos sido alcanzados por un rayo. Todo ese dolor esparcido vertido en un segundo sobre la faz de la tierra penetrando las almas de nuestros congéneres, mordiendo sus carnes y sus músculos y sus nervios. Todo ese dolor físico y moral y espiritual que se acumula en un soplo en la Tierra, en el ser íntimo de las gentes. Bastaría sí que por un instante nos metiéramos en la piel (que así lo hiciéramos durante un segundo) de esos millones de seres que sufren e hiciéramos nuestro su dolor para que el alma y el cuerpo se nos rompan irreversiblemente, ya para siempre.

Camión

E L CAMIÓN  dejó atrás un tramo de cerradas curvas zigzagueantes y ganando velocidad se internó en una prolongada recta en declive. Entonces lo vio. Era un hombre alto y delgado, de pie en mitad del camino, bajo el calcinante sol de la tarde. Cauto y precavido, queriendo evitar a toda costa cualquier posible accidente, redujo la velocidad del pesado vehículo e hizo  sonar repetidas veces la estridente bocina. Pero el hombre no se movió ni un ápice de su sitio;   permaneció  allí en medio de pie, erguido cuan largo era, absolutamente imperturbable. Consternado –“ no era plan de llevármelo por delante,  de aplastarlo como una mosca, de cargar por el resto de mis días con  esa muerte sobre mis espaldas”…– , sacó medio cuerpo fuera de la alta y espaciosa cabina y prodigó gestos, señas, muecas, gritos y todavía más bocinazos... Pero tampoco ahora el hombre se movió de su sitio. Por el contrario, con reconcentrada determinación  –lo veí...